(Publicado en Carta de Publicidad en marzo de 2012)
Hace un tiempo, un selecto
grupo de históricos de la publicidad argentina me invitó a participar de sus
encuentros mensuales. Son reuniones en las que se habla de todo, incluso de
publicidad.
Simultáneamente sigo en
plena actividad (¡tengo hijas pequeñas!), lo que también me da la posibilidad
de interactuar con muchos de los que llegaron bastante después que nosotros a
esta actividad.
Podría decir que estoy en el
medio del sándwich -por situación, no por edad-, lo que, en este caso, no está
mal ya que me permite ver para un lado y para el otro, y reflexionar sobre lo que
ganamos y lo que perdimos… si es que ganamos o perdimos.
Algunos de mis
contemporáneos se agarran la cabeza pensando que “la cosa no da para más”.
Otros, no tan contemporáneos, creen que la publicidad argentina nunca atravesó
un momento mejor.
Ni tanto ni tan poco.
Yendo de afuera hacia
adentro, creo que en lo formal, en lo que tiene que ver con los valores de
producción, las cosas están radicalmente en otro nivel.
La apertura del mundo,
Internet y las posibilidades que inauguró la tecnología digital, dieron vuelta
la manera de producir y nos acercaron a standares que parecían inalcanzables.
Con tiempo y dinero (y tampoco
tanto), actualmente todo es posible. Hoy, un creativo, por zarpado que sea, se
fuma un canuto, escribe la cosa más delirante que le pase por la cabeza y
seguramente viene alguien y se la produce. Y muy bien.
Es genial, es una
posibilidad que en otras épocas no era tan fácil, aunque también entraña un
peligro: si el creativo no es un zarpado sino un pelotudo, lo que se termina
produciendo –con un extraordinario nivel- es una gran pelotudez. Las hay…
Yendo un poco más adentro,
acercándonos a los contenidos de los mensajes, no podría ser tan categórico. Me parece que allí sí hay
ganancias y pérdidas.
¿Qué se ganó? Audacia,
frescura, espontaneidad. Los textos son más sueltos; los castings, más
realistas; las cosas se resuelven de manera menos obvia. Y sin duda se logró una
fuerte identidad nacional, que es reconocida en todo el mundo.
Mirando la otra vereda, me
parece que se perdió cierto rigor conceptual.
Aunque hay menos excesos que
hace unos años, todavía hay creatividad por la creatividad misma; en algunos
casos, poca identidad de marca y, a veces, un exceso de cinismo que parece
desconocer de qué se trata lo que hacemos: it´s
advertising, stupid!
Y es allí donde me parece
que tenemos que ser inflexibles: como decía Hugo Casares y seguramente varios próceres
más, la publicidad tiene que hacer sonar la caja registradora de los clientes.
La hacemos para eso, para vender sus productos. Y para crearle una personalidad
única y exclusiva a sus marcas.
Entiendo que nuestro
quehacer también pueda tener una función estética y me parece muy bien que haga
un aporte de “belleza” a la comunidad. Pero no es su misión básica. Su misión
es movilizar ventas o, en todo caso, crear una imagen que genere empatía con la
empresa, que la haga ser bien percibida, que le sume valores y que, cuando haga
falta… movilice sus ventas.
Por suerte la tendencia ahora
aflojó, pero hubo un momento –alentado por malos profesores de creatividad- en
el que muchos creativos jóvenes hacían maravillosos y muy premiados avisos
genéricos… de shampúes, de cervezas, de teléfonos, sin definir claramente cuál
era la ventaja exclusiva de ese shampú, esa cerveza o ese teléfono.
Creo que esta cuestión de la
“ventaja exclusiva” (la “V.E.”, como la llamaba el legendario Richard
Pueyrredón), fue una de las primeras cosas que aprendí y me parece que sigue
teniendo absoluta vigencia.
¿Ganamos o perdimos,
entonces? Ganamos y perdimos. Y lo seguiremos haciendo. Porque otra de las
cosas buenas de nuestro trabajo es que cambia todo el tiempo. Menos lo esencial
(que ya lo dije), lo demás muta, se transforma, se va adaptando a las
circunstancias.
Ahora todo el mundo está
loco con la interactividad, con la co-creación, con la posibilidad de que los
consumidores hagan con nuestros avisos lo que se les dé la gana, qué grrrrran
idea!
Pero, bueno, cambiar está en
la naturaleza de lo que hacemos y eso es lo que hace que no haya un “antes o un
después” mejor o peor. En todo caso, son tiempos diferentes, cada uno con lo
suyo.
En el que nos toca vivir
ahora –concretamente el de los últimos 2 meses- también hubo “ganancias”: las
excelentes producciones de Axe Anarchy y Demotores.com; la frescura de Arnet y
Cerveza Santa Fe; el humor del Gran DT… y “pérdidas”… pero, como decía un viejo
profesor de mi cole, de los errores mejor no hablar, así no se repiten.
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